El Santuario surge de un diálogo con la montaña y sus espacios lo constituyen como partes de un cuerpo sintiente. Cada rincón es una puerta a una travesía de sanación, crecimiento, expansión y claridad, donde el contacto con la naturaleza y la sabiduría ancestral de diversas culturas, son la guía hacia la paz interior.
El proceso de creación natural de los depósitos de cuarzo que contienen la montaña de El Santuario, tomó millones de años de transformación y unión de elementos naturales. El cuarzo es un mineral cristalizado con vibración, resonancia y frecuencias curativas, capaz de absorber, transformar y proyectar energía para calmar la mente y nivelar las emociones.
Su vibración llega al corazón y lo hace latir en la misma frecuencia que el universo.
En lo más profundo de nuestra montaña de cuarzo, reposa el vientre acogedor de la madre tierra, abrazado por el calor de las abuelas piedras, que encienden el fuego interno que todo lo transmuta para renacer. Medicina pura y ancestral, que penetra en el alma y se nutre de las fuerzas primordiales, las hierbas, los cantos chamánicos y las intenciones de sanación.
El vitral es una creación de luz del maestro italiano Narcissus Quagliata, considerado uno de los artistas de vidrio contemporáneos más importantes en el mundo y simboliza el tránsito que sucede entre la oscuridad y la luz.
La puerta nos anima al viaje, nos aventura al misterio y representa el punto de acceso a una nueva realidad.
El cisne en el agua, es un espacio para la contemplación que da la bienvenida a El Santuario y representa la unión entre el cuerpo mortal y la trascendencia inherente al alma. Es un símbolo milenario de pureza, gracia, belleza, elegancia y la serenidad que lleva a mantener la calma y alcanzar estados de consciencia espiritual más elevados.
Puentes entre el mundo físico y el mundo espiritual, nos muestran el correr del tiempo y llevan la mirada al espacio interior. El agua como fuente de vida y elemento integrador sagrado, nos muestra con su cambiante forma y capacidad de adaptación, que en la fluidez reside la verdadera fortaleza.
Entre las sutiles vibraciones del espíritu de la montaña, resonó la petición de construir una escalera cuyos peldaños suspendidos en el aire, ser pisados, desencadenará un delicado movimiento capaz de dirigir la atención hacia el eterno existir del momento presente.
desencadenarán (acento)
Este extraordinario vitral es una mirada poética del cosmos, la danza de sus elementos y la esencia de la vida que lo habita. Los colores que emanan de sus cristales al abrazar la luz, hacen que el espacio mantenga la serenidad necesaria para la meditación, la introspección y la observación del propio viaje espiritual.
Una extraordinaria obra de arte en vidrio del maestro italiano NAcissus Quagliata, autor del domo de la Basílica de Santa María de Santa María degli Angel en Roma.
La presencia serena de Buda evoca un sentido de calma y equilibrio, que despierta en estados meditativos la compasión, la atención plena y el desapego. Su figura simboliza la búsqueda de la iluminación, la naturaleza transitoria de la realidad y la importancia de vivir en el momento presente.
Una evocación del laberinto de Chartres, la entrada simbólica a la ciudad celestial. Fue creado siguiendo los trazos de la geometría sagrada que manifiesta la divinidad en el universo e invita a emprender con presencia el viaje de la vida. Adentrarse en un laberinto es sumergirse en un sendero de transformación, en el que hay que confiar en el camino, aún cuando el destino final sea desconocido.
Este majestuoso recinto se alza como un vórtice destinado a ser un espacio de unidad, donde el cielo y la tierra entrelazan sus esencias. Su diseño circular no solo facilita la conexión, sino que también permite el flujo armónico de la energía. Impregnado de serenidad y luz, nuestra Capilla es un entorno creado para el crecimiento espiritual compartido.
El I Ching, un tesoro de la antigua sabiduría china, va más allá de la adivinación; es un reflejo de los consejos de los sabios del pasado. Con sus sesenta y cuatro hexagramas, que simbolizan el cielo y la tierra, se alinean con las sesenta y cuatro habitaciones de la montaña de cuarzo de El Santuario. Cada una entrega un mensaje único para que nuestros huéspedes puedan descubrir en él, el propósito espiritual de su estadía.
La dualidad está presente en el día y la noche, la luz y la oscuridad, el sol y la luna. El Yin-Yang del I-Ching, filosofía que está representada en las 64 habitaciones, tantas como hexagramas existen. La puerta de cada habitación es una obra de arte, una manifestación de los aspectos femeninos y masculinos, que se integran en cada ser. Es una invitación a reconocer la no dualidad, la integración en cada uno de nosotros.
Nuestras piscinas no solo son un espacio para relajar el cuerpo y la mente, también invitan a la contemplación de las vistas al lago, permitiendo una conexión directa con la naturaleza. Además de ser revitalizadoras, son espacios sensoriales y recreativos donde las sonrisas brotan y sucede la sanación del niño interior, al dejarlo estar presente y jugar libremente.
En amplios y acogedores sillones, rodeados de serenidad, se puede disfrutar de momentos de calma, tomar una llamada, trabajar, sumergirse en la lectura de un libro o compartir charlas inspiradoras con otros huéspedes.
Nuestras salas de descanso se dispersan a lo largo y ancho del hotel, algunas están en hermosos espacios interiores y otras tienen vistas panorámicas al paisaje de ensueño que nos regala el lago.